domingo, 31 de mayo de 2009

Coral Bracho








TIERRA VIVA


Tierra viva,
tierra de entraña ardiente,
encendido panal bajo los sepias
de un manto espeso.
Materia de ebriedad y de dulzura
que a sí misma se engendra,
que en sí misma se vierte.
Tierra que funde
y que concentra, en su cieno solar,
las ternuras huidizas que amasa el tiempo. Tierra
de floración. Tierra torneada en que cifra el goce
sus huellas íntimas, cera en que abisma y palpa
su memoria:
cuenco; lugar oculto
donde el amor
es un fruto que pesa
y que madura. Es el huerto ceñido
que se extiende hacia adentro:
selvas de nervaduras
en sus hojas;
redes de bronce contra el mar.
Destellos finos
que alarga el sueño sobre sus lascas azuladas. Sal,
huellas de sal sobre esta tierra. Rastros
de plenitud; y el tejido del otoño al trasluz
de sus frutos.


Págs. 8-9





ESPACIOS



Hay espacios que observan en la tierra,
ecos que miran; lapsos que la ahondan
y sostienen.
Hay espacios que abrazan su densidad. La alzan en vilo,
la despejan,
la llevan sobre sí como una ofrenda
delicada y concisa.


Pág. 12




HEBRAS DE SAL


Viento y piedra
se funden, agua y viento
en un reino fluido
y subterráneo. Sus corrientes se cierran
en estanques profundos. Ecos que en ellos giran
y se reflejan. Voces
que se concentran. Sobre el lecho de un tiempo dúctil
y primigenio
vuelcan un mineral de soles líquidos.
Dejan hebras
de sal.


Pág. 21




PUERTA EN LA SELVA


Hay umbrales en la selva que dan al mar,
a parajes sin confines, a estanques vítreos.
Son espejimos:
son las puertas
de hondas estancias entrañables; estelas,
piedras

que aprisionan e imantan
la claridad.


Pág. 23





MÁRMOL NEGRO GOTEANDO SOBRE LA LUZ


El mármol negro
de la noche
gotea en la luz.
Sus efusiones de obsidiana, sus sabias,
danzan,
ascienden, se precipitan sobre el quieto caudal.
Ahí se encienden,
desaparecen.


Pág. 26




REFLEJO


Es el viento de la muerte,
la extensión, la roca oscura de la muerte.
El becerro se inclina y se ve descender.
Mira su espectro iluminado:

Es un agua de asombro su perfil espejeante,
es un reino encendido. Nace
de la noche. Nace del vientre de la sombra.

Viento y corrientes
se confunden; eco y fulgor. Entre la vida
y la muerte
está el reflejo.
Una en otra convergen,
se contienen:

Encandilado, atento, penetrado de luz,
siente el punzón de las tinieblas,
el gozo inquieto
y embriagado; la herida lenta
de ser.


Pág. 31




TIEMPO AL TRASLUZ


Viento
que desgarra
las hojas, que abre la red
de los tejidos, que separa
y conjuga con avidez. Vértigo vivo. Rasga
la intrincada madeja de la selva.
Monos, vainas, entrañas, nervaduras. El movimiento
se detiene.

Es un corte. Es la piel del origen: su espesor.
El tiempo,
quieto, se al trasluz.


Pág. 32





JALAN, EN SILENCIO, LAS CUEVAS, LAS ENSORTIJAN


Se abren,
se estiran, se alzan
en llamas. Ven
su ansiedad maleable
desde los huecos; desde las breves madrigueras.
Hurgan y escapan. Se esconden siempre
de sí: el conejo, el hurón, el costillar.
Hay salidas, hay respiros fugaces entre los orbes encrespados.

Espacios rientes, hirsutos. Los remolinos
y el antifaz.
Jalan, en silencio, las cuevas,
las ensortijan. Lluvias,

puntales. Tajos precisos. Filos.
Inexpugnable y límpida
hilaridad.
Las tachaduras los regocijan. Reflejos
blancos;
destellos.


Pág. 38




GRUTA LUMINOSA CON AVE


Un ave oscura vigila
la gruta blanca del olvido:
Cristal de roca, silencio,
agua,
cordajes de ébano.


Pág. 43





HONDOS PALACIOS



"Y no me puedo detener
por andar y ver muchas islas."
C.C.


Y cuando llegué al abismal
fondo del lago
vi que habían otros lagos,
otros fondos,
y no me era posible mirarlos todos,
tantas eran sus luces y sus prados, tantos
sus muy diversos cantos
de sus fuentes y pájaros.

- Hay jardines ahí sutilísimos,
y profundos palacios que despliegan su luz.

sus muros son de alabastro. Sus pisos de ópalo.

están escarbados en montañas espesas
que alumbran todo, como soles.

Guían hacia ellos senderos que hablan a quien los sigue,
y sus voces son dulces y melodiosas.

Entre las piedras las flores crecen sin raíz.
- Son todas ellas piedras preciosas y finísimas.

Los árboles son estrechos y muy delicados, como filigranas.
Son abundantes y cristalinos, crecen muy poco, pero florecen
y constantemente cintilan.

Son parajes de sueño o de encantamiento
porque en ellos no parece haber tierra,
tan delicada es y refulgente.

El aire lo cubre todo y es como el agua,
aunque muy ligero. Su aroma es embriagador.
Es radiante y refresca y toma aquello
que quiere llevar de un lugar a otro
con deslumbrante delicadeza. Parece siempre
estar cantando. Su armonía es silenciosa
pero en todo penetra. Todo parece elevarse con ese modo de canto
y de resplandor.



Págs. 48-49




NIÑO MIRANDO EL TIEMPO



Todo espacio es esplendor, es amplitud
para la luz que lo contempla. Sílice,
umbral, reflejo suave y envolvente, el tiempo:

Lascas soleadas, ensombrecidas
por gozosas texturas. Planos de líquida
quietud.
Estancias hondas, refulgentes, que acogen
con una alegre fugacidad. Refugio
cálido

y envolvente, el tiempo
se abre y se extiende, encendido, jovial,

ante los ojos deslumbrantes del niño.


Pág. 55




SELVA A LA DISTANCIA



La distancia
le da a la selva
un lugar. La confronta con el cielo,
la aísla, rompe y alumbra
su malla espesa, su verde múltiple,
inextricable,
su profusa ebriedad. En su entraña,

como en aguas oscuras
y abisales, no hay arriba y abajo,

sólo un cuerpo colmado
y apremiante, una noche febril; la llama turbia,
enardecida, del tigre

que sobre sí mismo
se vuelve
para atacar.


Pág. 58




LOS MISTERIOS DEL TACTO



En el silencio
urden el tiempo. Ciñen las hebras cotidianas,
su apretado ritual.
Beben la luz
de lo entrañable. Los tejidos encarnan
los misterios del tacto,
cifran,
y envuelven,
su intimidad.


Pág. 63




LA DELICADA FLOR DEL AGUA



Sobre la luz profunda
se eleva el humo
como un arbusto cristalino. Fluye en el alba
el metal ardiente:
son arroyos etéreos,
son los musgos que inflaman
y bordean sus recodos. Su dintel
mineral.
Son las planicies lánguidas, los juncales
que adormece
y apacigua el vapor. Es un impulso que crece

y articula su danza.

Como una mirada cálida
y entrañable,
como un recuerdo que cifra
su resplandor, se abre la delicada
flor del agua.


Pág. 68




BÓVEDA Y CRUZ



Contrasta
la delicada y escueta perfección de las bóvedas
y el intrincado dolor que queda,
implacable
y confuso, en los leños oscuros
de la cruz.


Pág. 71





SENDAS, RESPIROS, LINDES



Luz,
respiros,
sendas furtivas entre las aguas, en la lenta tensión
de la materia,
en su trama vital. Esteros, lindes

en que anida
y arraiga.



Pág. 72




ATRÁS DEL AGUA


Atrás del agua
hay aposentos, estancias,
jardines de áureos perfiles
y esplendor insondable.
Bajan
y se despliegan en delgados tamices,
en velámenes densos, en claridad.
Atrás del agua se tiende el tiempo

de entonces,
ya humedecido
ya derramado entre las mínimas grietas, entre los íntimos
escollos. Allí
puede tocarse la luz. Puede tenerse entre las manos, latiendo,
vibrante y límpida, como pez. Brota
entre los lienzos, se esconde:
con sus destellos aguzados recorre, borda y deshila
un oscuro tapiz. Se hunde en la noche
palpitante.

Son filamentos del espacio
sus rastros de oro. Son vellones de tiempo que se deslizan
para narrar la historia, una vez,
y otra, y otra, siempre distinta. Son tejidos fugaces
como un soplo. Como un fulgor.
Atrás del agua,

sin ruido,
se desdobla la trama:
líneas aisladas, sensacione,
ámbitos, cavilar
entre las huellas. Hebras, resacas, sendas
que se confunden; portales tibios y bulliciosos.
Viento

Vidas que se cifran, de pronto, en un gesto detenido,
en un impulso, un umbral; frágil,
como una flor, es la materia en que convergen.
Diente de león.
Frágil y suave como un pétalo.
Una gota las funde; las dispersa:

ternura, gozo, hacinado dolor.


Como un roce en el agua, entre el silencio,
se abre el almendro. Cada
primavera
su festiva irrupción, su honda frescura
inusitada.

Los mismos brillos, los mismos trazos
vuelven y acechan bajo el cristal. Los mismos cauces
que lo estremecen. Voces
que recorren los patios, que despiertan en risas,
en dinteles. Recuerdos ávidos y embriagantes,
anegados de luz. Son espacio

sus reflejos. Son venero sus sombras.
voces y sol entre los huertos
de una eterna y colmada
ciudad cambiante. Una ciudad profunda
y cristalina.

Son espejos: su centro
y su fluir continuo; su derramado transcurrir.

Son senderos sus ecos, su incantación.

Entre la vida y la muerte,
entre sus filos,
gotea el silencio. Suben

los peldaños al agua, cruzan, se encienden
por los delgados
laberintos. Son la ficción de una secuencia,
el sentir de un trayecto. Unos en otros
mira,
se reflejan; son la misma sustancia,
el mismo instante en su acaecer ancestral; la misma imagen,
creciente, fresca,
detrás del agua.


Págs 78-83





UN MOMENTO DE LA LUZ EN LA RED DE LAS COSAS

Hacia adentro se ve el mar de cristal.
Su cuarzo líquido.
Es un momento
de la luz
en la red de las cosas. Un instante
que incide
en la inmensidad. Cruza el tigre
el estanque
bajo el tamiz de la mañana,
mojan su piel el agua y el resplandor.
Hacia adentro se ve su espectro entre la maleza,
su honda espesura

sigilosa,
su rastro breve, crepuscular.

Pág. 88






- Sal,
huellas de sal sobre esta tierra; rastros
de plenitud.
Y el tejido del otoño al trasluz
de sus frutos.



Pág. 91




Coral Bracho
de Tierra de entraña ardiente
96 Páginas
Ilustraciones de Irma Palacios
Galería López Quiroga, DF, 1992

lunes, 25 de mayo de 2009

domingo, 10 de mayo de 2009

Duodécima poesía vertical- Roberto Juarroz (Argentina)





(Argentina,1925-1995)








1



Sacar la palabra del lugar de la palabra
y ponerla en el sitio de aquello que no habla:
los tiempos agotados,
las esperas sin nombre,
las armonías que nunca se consuman,
las vigencias desdeñadas,
las corrientes en suspenso.

Lograr que la palabra adopte
el licor olvidado
de lo que no es palabra,
sino expectante mutismo
al borde del silencio,
en el contorno de la rosa,
en el atrás sin sueño de los pájaros,
en la sombra casi hueca del hombre.

Y así sumado el mundo,
abrir el espacio novísimo
donde la palabra no sea simplemente
un signo para hablar
sino también para callar,
canal puro del ser,
forma para decir o no decir,
con el sentido a cuestas
como un dios a la espalda.

Quizá el revés de un dios,
quizá su negativo.
O tal vez su modelo.






2


Interrumpir todos los discursos,
todos los esqueletos verbales,
e infiltrar en el corte
la llama que no cesa.

Empezar el discurso del incendio,
un incendio que inflame
estas rastreras chispas malolientes
que saltan porque sí,
al compás de los vientos.

Y entretanto sellar la incontinencia
del verbo del poder y sus secuelas.
La palabra del hombre no es un orden:
la palabra del hombre es el abismo.

El abismo,
que arde como un bosque:
un bosque que al arder se regenera.




6



Hay fragmentos de palabras
adentro de todas las cosas,
como restos de una antigua siembra.

Para poder hallarlos
es preciso recuperar el balbuceo
del comienzo o el fin.
Y desde el olvido de los nombres
aprender otra vez a deletrear las palabras,
pero desde atrás de las letras.

Quizá descubramos entonces
que no es necesario completar esos fragmentos,
porque cada uno es una palabra entera,
una palabra de un lenguaje olvidado.

Y hasta es posible que encontremos en cada cosa
un texto completo,
un reservado y protegido texto
que no es preciso leer para entender.






7


El poema convoca al humo
para encender la lámpara.

Los fuegos apagados
son el mejor combustible
para los nuevos fuegos.

La llama sólo se enciende
con su pasado.



13


Hay un momento
en que uno se libera de su biografía
y abandona entonces esa sombra agobiante,
esa simulación que es el pasado.

Ya no hay que servir más
la angosta fórmula de uno mismo,
ni seguir ensayando sus conquistas,
ni plañir en las bifurcaciones.

Abandonar la propia biografía
y no reconocer los propios datos,
es aliviar la carga para el viaje.

Y es como colgar en la pared un marco vacío
para que ningún paisaje se agote al fijarse.



14


Callar algunos poemas,
no traducirlos del silencio,
no vestir sus figuras,
no llegar ni siquiera a formarlas:
dejar que se concentren como pájaros inmóviles.
en la rama enterrada.

Solo así brotarán otros poemas.
Solo así la sangre se abre paso.
Solo así la visión que nos enciende
se multiplicará como los panes.

Los poemas acallados
nos prueban que el milagro es siempre joven.
Y al final, cuando todo enmudezca,
tal vez esos poemas
hagan surgir también otro poema.




20


La página en blanco
es un oído que aguarda.
La escritura es la voz
que puede combinarse con el blanco
o crudamente abolirlo
para arribar así al oído.

En algunos momentos
la mano presiente la densidad que la espera
y su trazo en el blanco
descubre la presión necesaria
para llegar hasta la música de abajo.

Cuando esto no ocurre,
es preciso anular la escritura,
extinguirla
como se apaga una lámpara que humea,
recomponer el blanco de la página
y preservar al oído que aguarda.




22


El gesto de la mano
cuando intenta escribir
crea a veces el pensar,
crea la imagen
que después mueve la mano.

Un gesto también crea el amor,
que después crea otros gestos
y algo más que hay debajo.

El autónomo idioma de los gestos
parece un calculado azar
para despertar las latentes esperas
que habitan en el fondo de todo.

También el árbol es un lenguaje de gestos
donde se unen el azar y la complicidad del árbol
para que caiga una hoja.





28


El mundo se ha cerrado,
el hombre se ha enquistado
sobre su propio ojo.
La vida humana es una cápsula
con un preciso instrumental
que permite imitar la realidad.

Hay que volver a abrir las cosas,
abrir la habitación del hombre,
abrir las imágenes como si fueran frutos,
abrir el taller sofocado de la piedra
y la reseca piel de la palabra,
el continente bloqueado del sueño,
el traje a medida del amor,
los párpados bajos del paisaje,
la cámara pringosa del exilio,
la invalidez ritual de la locura.

Y saltar hacia afuera o adentro,
ya que al fin es lo mismo.
Los dos extremos se abren:
el medio es lo cerrado.

¿O habrá también un salto
inmóvil en el medio,
un salto que lo abra
como una estrella que comienza?





30


Los hombres van quedando al costado del camino,
convertidos en muñecos.
No importa si antes fueron
marionetas u hombres.
La figura es ahora la misma.
Y sus miradas están fijas
como aplastadas cintas de papel.

No los ha apartado el camino.
Tampoco nosotros los hemos apartado:
apartarse parece ser el triste destino del hombre.
Y también convertirse en muñeco.
Se verá, si se observa con cuidado,
que desde el comienzo la rigidez es progresiva.

Pero hay algunas veces
en que un hombre sigue por el camino,
como si hubiera un final.
Los muñecos lo observan azorados.
El camino parece entonces erguirse y abrigarlo.
Y los ojos de ese hombre dibujan de nuevo
el quebrado itinerario de la luz.






32


No podemos detener los dibujos que se forman en el aire.
No podemos detener los dibujos que se descuelgan de la noche.
No podemos detener los dibujos que nos incendian el pensamiento.

No sabemos quién traza esos dibujos.
No sabemos por qué esos dibujos adornan
estos vagos suburbios de la nada.
Ni siquiera sabemos si nuestros ojos sirven
para ver esos dibujos.

Pero el hecho que más nos sorprende
es que todas las cosas resulten incompletas,
ya que ninguna existe o se sostiene
sin la complementación de estos dibujos.

No es raro entonces que estos dibujos nos parezcan
más perfectos que el aire,
más habitados que la noche,
más reales que el pensamiento.







36


También hay espacios hechos de nada,
ámbitos imprescindibles para descansar un momento,
ya que de todas las cosas
hay que descansar un momento.

Y hay además ciudades hechas de nada,
hombres, caminos, árboles,
palabras hechas de nada,
libros, muertes, amores,
mundos hechos de nada.

Si el corazón se combina con ellos
tal vez comience a oír una música
también hecha de nada,
la única que puede abrir lo cerrado,
la única que no necesita interrumpirse.

Por otra parte,
cuando todo sea nada,
sólo perdurará esa música,
nada más que esa música.




40


También hemos traicionado al agua.

La lluvia no se reparte para eso,
el río no corre para eso,
el charco no se detiene para eso,
el mar no es presencia para eso.

Otra vez hemos perdido el mensaje,
las vocales abiertas
del lenguaje del agua,
su inaudita transparencia palpable.

Ni siquiera supimos
beber la transparencia.
Beber algo es aprenderlo.

Y aprender la transparencia es el comienzo
de aprender lo invisible.





42


Hay ángulos que no pueden cerrarse
y que ninguna línea convertirá en figura.
Ellos resumen el destino.
Tampoco el destino puede cerrarse.

El amor conoce esos ángulos
y con frecuencia acude a ellos.
También el pensamiento y la palabra.
También los párrafos del viento.

Pero no hay instrumento que pueda medirlos,
ni hay geometría que los abarque.
Ellos responden a otro orden del espacio:
la geometría de lo abierto.

Y quizá también respondan a un llamado,
pero no sabemos de dónde.





47


Educar a las semillas de la nada
y colgarlas como cuentas transparentes
de las ramas más calladas de un árbol.
Algunas serán llevadas por los pájaros,
otras se pegarán al viento
y algunas se hundirán en las miradas
o en las palabras sueltas
que a veces se arremolinan en el aire.

Y a través de esas limpias mediaciones
caerán detrás de la sequía,
torcerán el invierno,
se alzarán sobre la torre rota
y hasta quizá germinen sin notarse
entre los mustios epitafios.

Porque nos hace falta esta cosecha.
Todas las demás se consumen,
se pudren como la sombra del agua,
como panes de polvo.

Sólo resta la cosecha de la nada,
pero antes hay que efectuar la siembra.
Las semillas están en todas partes:
es preciso enseñarles a brotar.

Hay que educar a las semillas de la nada
para que puedan germinar como las otras.





48


Todas las historias me parecen conocidas,
todas las intrigas, todos los argumentos.
No lo he vivido todo,
ni siquiera lo he visto.
No guardo en mis alforjas
el resumen en píldoras
de todo cuanto existe.

Pero todos los rostros me resultan conocidos,
todas las voces, todos los paisajes.
No me he cruzado con todos los hombres,
ni siquiera los he oído o leído.
No conservo en mis ojos
el arduo laberinto
de todos los reflejos.

Sin embargo, en el fondo
hay algo que alguna vez he pensado
o vivido o amado alguna vez,
casi un relámpago de nada,
que sin yo darme cuenta
enhebró un filamento
de todo cuanto existe
y me ha dejado adentro
la sensación extraña
de haber pensado todo,
de haber amado todo,
de haber tocado todo,
hasta lo que no existe.

Y también en el fondo
o más allá del fondo
no dejo de escuchar una música
a la que se parecen
todas las otras músicas,
no dejo de escuchar un silencio
que pasa como un duende
por todos los silencios.
Y desde allí se oye claramente
las ondas detenidas,
las fósiles mareas
del silencio futuro,
del silencio final.





49



Las mareas del lenguaje
no tienen siempre el mismo ritmo.
Sus bajantes se producen sin horario fijo
y nos dejan a veces abandonados en la playa
desoladamente húmeda,
con el sordo temor de una retirada
sin seguro retorno.

Y aunque estemos relativamente acostumbrados
a los descensos aleatorios
del nivel de las cosas,
que a menudo nos dejan semivivos
en cualquier inocente encrucijada,
las retiradas del lenguaje
no nos permiten habituarnos
a esa insólita situación
de náufragos sin naufragio.

Cuando vuelven a subir las aguas,
cuando el lenguaje regresa a habitarnos,
sentimos de pronto
que en la definitiva bajante de la vida
quizá la mayor pena
será la pérdida para siempre del lenguaje.






58


La muerte no tiene forma.
La vida dona sus formas a la muerte.
No sabemos si ésta a veces las adopta
porque las formas no regresan.

Si la muerte fuese una rosa oscura
y el hombre tuviera ojos para verla,
sabríamos qué sucede con las formas.

Pero entonces ya no sería necesario
conocer el destino de las formas:
bastaría con aspirar profundamente
el oscuro perfume de esa rosa.





60



Las palabras se desfondan,
salvo en el hueco inasible del poema,
en su loca profecía de presente.

Sólo el silencio permite el reconocimiento.
Pero el silencio ya no existe.
Sólo existen las ruletas enajenadas
que no aciertan ya ningún número
y distraen de la cifra de la muerte.

A veces, sin embargo, el silencio renace
como un espacio que reemplaza al vuelo,
entre ciertas palabras que se olvidan del oído,
ciertos dolores que parecen amores,
ciertas caídas que ascienden no sé dónde.

Entonces el silencio rescata a las palabras
o las palabras abandonan sus traiciones
y generan nuevamente el silencio,
como el único terreno disponible
donde pueden germinar casi en la nada
las semillas que creímos imposibles.

Y si hubiese una cosecha,
aceptaríamos también que esa cosecha
la recogieran otros.






64


Desperté demasiado temprano
y comencé a pensar en lo eterno,
pero no en la gran eternidad de los rezos
sino en las pequeñas eternidades olvidadas.

La parte que no fluye del río,
aquello de la ciudad que siempre calla,
el lugar que no duerme en tu cuerpo dormido,
aquello que no despierta en mi cuerpo despierto.

Sentí entonces que las pequeñas eternidades
son preferibles a la gran eternidad.

Y no pude volver a dormirme.





71


Exceso de escritura.

En todo hay algo escrito,
que sólo desciframos a medias.
Todo es un palimpsesto
que sólo en parte se borra
y luego multiplica sus capas de escritura.
Hasta el silencio está escrito.

Nosotros no podemos
borrar ni una letra.
Y tampoco podemos
dejar de escribir encima.

Pero queda otra alianza posible:
escribir hacia adentro.
Allí, en comparación,
lo escrito es mucho menos.





78


Otro poema interrumpe el poema que escribo,
reclama su lugar.
Ninguno admite postergaciones.
Son dos hojas urgentes
brotando superpuestas
en el mismo punto de una rama.

Llega entonces un pájaro
y se posa en la rama.
También él es un reclamo,
el tercero en la aguja del instante.
Pero de pronto el pájaro canta
y en su canto no hay antes ni después,
cabe más tiempo que en el tiempo,
dos hojas, dos poemas simultáneos,
dos llamados,
quizá todos los llamados a la vez,
sin que ninguno se borre,
sin que ninguno desplace a los otros.

La superposición de dos poemas y un pájaro
ha venido a enseñarme
el concierto de todo sobre un punto.

Un orden por encima del orden.





79


No puedo levantar la palabra nueva
que yace entre los matorrales
como una moneda caída.

No puedo tomar esa moneda
y entregarla al pordiosero que hay en mí
o al que marcha a mi lado.

No puedo adquirir con ella otras palabras
o por lo menos sus moldes de silencio
para acuñar mañana sus efigies.

En vano he aprendido a inclinarme.
La moneda que busco
sólo puede encontrarse cambiándose por ella
y quedando en su sitio entre los matorrales.

La palabra que busco no está en la zarza ardiente,
que habla y después se extingue,
sino en la zarza apagada
que no cesa de hablar.






80
(Al morir Samuel Beckett)


Balbuceo del comienzo.
Balbuceo del final.

Desde nacer muriendo
hasta morir viviendo todavía.

Y unas pocas palabras
extraídas del páramo
como flores ajenas al lugar,
abriéndose hacia aquel origen
pero orientando su perfume
hacia aquel acabamiento.

Toda palabra es balbuceo.
Toda flor es balbuceo.

Y todo entre los paréntesis
de unas rocas partidas
y lagartos que huyen.

Nadie puede decirlo.
Nadie dijo mejor
cómo no se puede decir.











Roberto Juarroz
de Duodécima poesía Vertical
Ediciones Carlos Lohlé, Buenos Aires, 1991







miércoles, 6 de mayo de 2009

Laura Yasán (Argentina)






Buenos Aires, 1960









genealógica

las hijas del nuevo mundo
son blancas como las luces de los shoppings
pálidas como los panes de mc donald's
translúcidas lágrimas finales de best sellers

las madres huérfanas de las hijas del nuevo mundo
fuimos oscuras habitantes de hotel
tuvimos negras maneras de mirar
queríamos la vida en símbolos extraños
películas de bergman

las paridoras frígidas de las madres huérfanas de las hijas del nuevo mundo
querían una historia sumergida en channel
casarse vírgenes con una réplica de cary grant
tener muñecas rubias de mejillas rosadas
mascadoras de chicle leyendo mujercitas

las hijas huérfanas de las madres frígidas del viejo mundo
queríamos las curvas mullidas de la marylin
y el aspecto latino de una amante del che

pero ellas
las nietas de la decadencia
las hijas del imperio del nuevo mundo
sólo desean ser
delgadas como un tallo
livianas como el ala de una mariposa
anhelan despertar
con los dedos más largos cada día
para hundirlos hasta el fin de sus amígdalas
y vomitar sin voluntad
lo que resta del siglo.





profana


¿No es tragedia todo descubrimiento
de lo que no ha quedado?

Daniel Muxica



y se pregunta por la ausencia del padre de su hijo
como si esa clase de condena le fuera propia
y malgasta la pobre sal de sus huesos
hincándose en señal de oveja en la manada
ante el cristo fabricado en serie en un sótano de taiwán
y le pregunta por la ausencia del padre
nada menos que a él
y tiene la verdad delante de los ojos
casi el espejo de su vida
el perfecto triángulo que hará pagar al niño su paso por la tierra
la vaca que dio leche con pepitas de oro desde el principio de los tiempos
ese magnífico inagotable culebrón medieval
y pregunta por qué la han abandonado
abre sus brazos esperando respuestas o imitándolo
y antes de que su lágrima roce el polvo del suelo
es sepultada viva
por los tremendos testículos de dios.






principio de incertidumbre

a Américo Ferrari




el poema es un espantapájaros
irrumpiendo en la línea de horizonte

la luz de las estrellas
tarda miles de años en llegar
a perforar la noche de belleza

¿cuánto tiempo nos toma mostrar el corazón?

el poema es un ancla que ha perdido su barco

una ballena sola en medio del océano
puede oírse llamar por su pareja a treinta kilómetros a la redonda

¿qué tan lejos llega una palabra?

el poema es un iceberg en medio del desierto

un centímetro cuadrado de piel contiene seis millones de células

¿cuántas cartas de amor guardamos en el fondo de una caja?

si besamos los ojos de alguien que acaba de morir
¿en qué parte del trazo desviamos el círculo?

qué secuencia alteramos en la fórmula del tiempo y la distancia
cuando el poema es una muesca en la culata del vacío.





cotillón para desesperados


¿la fortuna te esquiva?
¿hace agua el barco de tus sueños?
no hay de qué preocuparse
esta ciudad te ama
en los centros de canje estimulan el tedio
por dos tapitas más un peso
nada es tan grave
cargar el rudimento del pan y la escoba
puro discurso
cotillón para desesperados
por dos tapitas y una libra de carne
te llevás esa jaula
la corona del rey y un cetro plástico
por tres libras de carne más dos líneas de fiebre
la estafa del insomnio
malabarismo sobre noches violetas
te ama tremendamente
en los centros de canje
por una culpa más un beso indebido
cuatro hijos un perro y una úlcera crónica
nada es tan grave
la vida es un asunto local
del trabajo a la cama
forrar el ataúd con el salario mudo del fracaso
momentos en que llueve
sobre la fría seda del recuerdo
la ciudad anegada de una tristeza rancia
pero cómo te adora
te protege
por dos libras de sangre más la furia
te dan tres aspirinas y una bala.






música de invierno


como una piedra en el fondo de mis ojos
pesan aguas violentas esta noche
mastico astillas de palabras quebradas
sangra la encía sobre los cuadros del mantel
¿qué más está sangrando por ahí?

eso tiene que abrirse en esta lluvia
no es música de invierno
no es un juego
aislarse no es un juego es elección
soy una pieza suelta
encajar no es un juego
mirar a los demás detrás de un vidrio
sentir una pared de musgo entre los otros
y lo que estoy
diciendo
estoy diciendo eclipso en el vacío

algo tiene que ahogarse en esta lluvia
llueve como invitándome al naufragio
una cita en el agua
una oportunidad de contener el aire y no decir
dejar morir la voz como una ofrenda
aislarse en el silencio no es un juego
quedarse de este lado no es un juego
escucharé los ruidos de la noche hasta soltarlos
hasta entregar la cuota y encender
mi propia y muda luz.





señales


ser quien no encuentra
una marca de tiza en el muro del mundo
huella de la pisada
que vaciló al hundirse en tierra ajena
una señal tejida con el hilo de voz
que desmadeja turbio el río de la infancia
madre que no dejó escombro sin cavar
para enterrar las pruebas de mi nombre
ser quien confunde
señales de un naufragio con prendas olvidadas
ser quien se esconde
en los jardines secos de la ausencia
y conoce de sobra el precio de volver
a frecuentar sueños vencidos
por el peso del hambre.






perdida


busco a la otra
solía aniquilarla un fuego helado
en los días lluviosos
escribía esos versos cargados de crueldad
giraba en esa fiebre hasta vaciarse
postergada o ajena
destilaba un color elemental

maldita
a esa la busco

dormir sobre su ausencia
es vivir en el centro de una página en blanco

soy la extranjera
que le cedí mi cuerpo para esconder sus bestias
del sol que las mataba
que soñó pesadillas en mi estómago
que desgarró mi sexo
para nacer los niños que después se comía

muda heredera
soy ahora la cáscara que muerde su silencio
esclava sin tirano
vagando en un castillo perdido en un país
que sólo existe cuando ella lo nombra.






perdida II


pisar lo blando me pide una mujer que nunca fui
quiere palabras que no raspen
conozco ese lenguaje y lo pronuncio mal

estar perdida anuncia la forma del regreso
tuve en mis manos esa puerta
comía de tu plato y me quedé

hay una llaga donde hubo dureza
dar otro paso es penetrar la herida
una imagen demasiado vulgar
que hace al futuro un sitio previsible

tengo un boleto a casa y es robado
estoy perdida
dejé señales un día de tormenta
cuando secó las cosas no brillaban
eran tan otras que no supe mirarlas con mis ojos de antes
llovió una eternidad y esa mujer
llenó mi cama de sonidos extraños
lo sé cuando la gente me confunde con ella
traen su nombre escrito en el aliento
su olor entre la ropa

soy yo quien distorsiona
no el espejo

estoy perdida porque sé regresar.







perdida III



bajo la lengua crece una madeja
es tan áspero el hambre de escribir
si pudiera tan sólo
retener esos versos que hilvano por la calle
el pan de la memoria
es una proyección que nunca otorga
la gracia del final
un ensayo perpetuo consumado al revés

la escena del delito
lleva siempre la víctima consigo
escribo en ese cuerpo una reprobación
hay letra muerta en esa voz
sonidos apagados volcando en la garganta
un aluvión de polvo

forzados al silencio
quedan los restos de una historia velada
esa estaca clavando las cosas en su sitio
me representa heroica

perdida en la costumbre de equivocar la patria
cargo con los excesos
de conquistar lo que no es mío.






de Cotillón para desesperados
Ed. La Bohemia, Buenos Aires, 2001







malinche


como quien corta los nudos que sostienen
atados a la lengua todo lo que sabía
aborta el cuerpo su mensaje
privada de su voz
me incomunica

¿es el poema su rehén?
¿el texto su prisión?

voy vaciando un tonel con un dedal

si es vivo o muerto
debo ser yo guardiana de sus huesos
la que traiciona
con esta boca muda pagará
limosna por rescate

¿me lo amordazan?
¿me lo torturan para hacerlo cantar?

malinche del poema
lo escrito con el cuerpo enhebra en su collar
la llave de dos mundos

¿soy del poema la carencia?
¿del texto su mortaja?

si el cuerpo es vivo o muerto
la que adultera el texto pagará
su entierro o su rescate
cortándose la lengua








octubre

no tengo más que un fósforo para toda la noche
[y es octubre
un caballo cansado que me pasa la lengua por el pelo
un harapo de miedo
la edad que se articula en su tamaño
y se inserta otra vez por el aro del mundo
siempre en octubre vuelve y no trae palabras para mí
trae un silencio impuro sobre la boca cruda
y el beso que deseo
es apenas cadáver del consuelo
vuelco en octubre
soy tiza en la pizarra de sus ojos
y enhebro en la plegaria dijes de fantasía
muñequitas desnudas cuando llueve en octubre
cuando salgo a golpear por mi ración
y regreso a la cama con un vaso de leche
donde su gota de mercurio
brilla.





tracción a sangre


cargo en mi cuerpo una mujer inválida que baila
[cuando duerme
trenza el cabello blanco de la muerte para ganarse
[su favor
como una novia ciega que deba conformarse
con la corta memoria de sus dedos
despierta cuando miente
lleva un cascote atado a la correa de la lengua
va removiendo un surco tras de mí
una continuación que me persigue como una cola
[de chatarra
se enciende cuando callo
cargo su enfermedad en la penumbra de mis huesos
su equipaje de anemia
su andamiaje de circo
la quiero al otro lado pero el puente se ha roto
la primera mitad no le interesa
la segunda es negada
vuelvo sobre sus pasos cada noche
para ocultar la huella cada día
como el guardián de un ancla que se oxida
un perro encadenado a un desierto de vidrio
lamiéndose la sombra.






Si un día escribiese un poema de amor
al hombre que me debe la conquista de éste páramo hostil
le escribiría
que todo es casi nada
que con gusto le cedería espacio si fuera otra mujer
pero soy ésta
la que pronuncia versos
de un desigual tirano raro amor
la que aprendió a llorar sobre su boca








rasgos



padre es la proyección de su sombra
cuando amenaza cubrir
con la espesa trama de su cuerpo
la luz de mi espacio

es una esponja que se hincha
en la desproporción del recuerdo
y sus palabras crecen como larvas
en el cultivo de la memoria

del hueco de su abrazo
brota una flor jugosa y amarilla
que desprende en el olor de la infancia
polen de una mujer desconocida

padre es lo que ha quedado
cuando el filo de los días de piedra
se ha suavizado en el descanso
y he renunciado a cavar el jardín
para enterrar los huesos de su voz

no hubo trazo fino en nuestra intimidad

la historia licuará el enunciado hasta desintegrarlo
alguien ha sucedido donde yo comenzaba

padre es un muñeco de miedo que me observa








rasgos II


cuando sueño con ella
piso descalza los pasillos oscuros que llevan a su cuarto
busco el cajón prohibido cada vez
sé lo que esconde
tengo los dedos congelados
toco sus pieles de animales muertos
una alianza de oro
ropita de bebés que no nacieron
hay pesadas tijeras
hay un hombre doblado masticando su nombre
hay la mirada que está allí
y está entre en mis omóplatos
como un arpón clavado en la boca de un pez
me ha descubierto y soy pequeña
habrá castigo
su corpiño de yeso sube y baja en el asma de
[esa respiración
me sienta en la blandura del regazo
y es el olor de su alimento pasto de enloquecer
suave como una madre
que apagase la luz para matarme.





después del resplandor


desperdicio los últimos días del invierno
mi estancia en el fulgor de las palabras

vendrá la leche aguada del recuerdo
a revelarme claves que olvidaré al instante

vendrá otra temporada de hombres estridentes
descargarán sus palas de arena en mis oídos
y la luz asesina de días amarillos
me encontrará enterrando
sobras para la fiesta del otoño
medias de red
lápices rojos
una mirada extrema que perduró salida de su cauce
como un verso inconcluso desnudando
cuerpo donde habitar

vendrá un nuevo verano arrastrando la lengua
por la foto movida del presente
y yo sabré del tiempo una historia mezquina
habré perdido otra cosecha
ganado mi estadía bajo una sombra ajena

lo que cambia se adhiere en el tamiz
duele en los huesos antes de la lluvia
devora los contornos después del resplandor

la estación es la misma
siempre.





calendario


abril siempre es mentira
llueve de la ventana para dentro
unos zapatos tristes que han perdido su par
flotan en la cocina canciones familiares
lunes abajo hay que nadar
al fondo de la cama
las pirañas afilan sus dientes asesinos
la orilla queda lejos
y los brazos se duermen como bebes de trapo
otoño afuera se viste de animal
la casa en otro tiempo era una arca segura
después hubo descuidos
desastres naturales
cayeron sobre el sábado
finales predecibles para malas películas
meses estacionados sobre un lecho barroso
febrero en negro levanta la sequía
todo fuera del agua expone su tragedia
muestra hueso el verano
los moluscos se adhieren al cielo de la boca
marzo avanza





apuntes de fe


creo en lo que se mueve detrás de la aspereza
en la instancia agotada de una promesa rota
creo en la inmediatez
creo en las despedidas
en los cuerpo vencidos por el peso de la parte que falta
creo en la vanidad
creo en lo efímero
en la trinchera que construye la noche con las piedras
[del día
creo en los pactos del azar
en la brutalidad de los sentidos
en esa dentellada que sufren los cimientos cada
[nueva estación

yo pego inútilmente la espalda a la pared
vivo en esa cornisa
tarde o temprano me romperé los dientes sin el
[menor estilo
sé predecir esa obviedad
creo en la conveniencia de recapitular
en la esforzada dignidad que me asiste
en los favores del instinto
más que en ninguna cosa





palabras no



no hay nada verdadero en las palabras

todo lo que conozco
es este parador en medio de la ruta
un bloque de concreto bajo el cielo infinito

todo lo que deseo
es arrancarme de los pies
este vendaje sucio estos zapatos húmedos

lo poco que comprendo
viaja de la belleza a la locura de la locura a la belleza
y no termina nunca de llegar

tengo ese hábito
un tránsito frenético a la luz
el fulgor que no existe y me sigue alumbrando
[como una estrella muerta

todo lo que persigo termina devorándome
es el atardecer y no quiero saberlo
no quiero moderar el estallido
no quiero que se extinga
no llegaré a la noche esperando palabras
ya fui sequía

si es necesario un bosque para que el fuego arda
[un día más
ahora seré rayo.







de Tracción a sangre
Ed. La Bohemia, Buenos Aires, 2004

martes, 5 de mayo de 2009

4 poemas de Tamara Kamenszain




Buenos Aires, 1947, poeta y ensayista.

En poesía ha publicado "De este lado del Mediterráneo"; "Los No"; "Vida de living"; "Tango Bar" y "El Ghetto". Como ensayista editó "El texto silencioso" "La edad de la poesía" e "Historias de amor". Fue becaria Guggenheim y entre otros, obtuvo el Primer Premio Nacional de Ensayo y el Primer Premio de Ensayo de la Ciudad de Buenos Aires. También ganó la Medalla presidencial Pablo Neruda, en Chile y es Premio Konex. Fue traducida al inglés,francés, alemán y portugués.






Soy la okupa de mi propia casa
desde que la propiedad se fue de mí
ya no tengo escritura y como en los sueños
la puerta de entrada me espera afuera
para que todo empiece de nuevo
atravieso de canto esa hospitalidad
atrás de los cuadros debajo de los muebles
se aquerencia un techo nuevo
donde hubo hogar quedan fotogramas
vos tu él el hombre con cama doble
mudado por el cuarto a la deriva paso a paso
los libros del living lo siguen arrastrados
en un maletín que se desfonda y es en el baño
donde la mochila ruge por última vez.
Hablo de un inodoro que nos traga lejos
hasta otras casas.

*************************************************

Por la puerta entornada de los sueños
entró todo lo que las palabras no dicen
cada vuelta de llave me introdujo
hasta la casa en su escena primaria
casa ahora es cuerpo y yo
acabo chupada por la lengua
me voy de boca el subte está oscuro
vos no venís ustedes no vienen siempre nosotros
en un efecto pornográfico de grupo
nos desconocemos cuando nadie pero nadie
ni siquiera el que transpiró en mi hombro
tiene el número de teléfono.


**************************************************



Cuando te vea por primera vez
me voy a hacer la que no te conozco
como una nena acalorada
cuando me digas tu nombre y yo descerraje en mío
en un amago de presentación que nos acerque
me voy a correr hasta que aparezca un título
para nuestras vidas vividas por otros
vos contás yo cuento y juntos
a cuatro manos convocamos fantasmas
nuestros ex se presentan solos
y nos dejan fabular tranquilos
en lo que dura la charla.

****************************************************


Cuando escribí el primer poema me sobraban motivos
Girri nos enseñó después que el motivo es el poema
y ahora me pescan como en acto fallido
dos o tres palabras lisas y llanas
"te veo" "me ves" no quieren decir nada
pero si reconocés mi letra me averguenzo ante el espejo
¿de qué si no estoy hablando de mí?
¿de qué si cuando escribo no te hablo?
despunto por vos la adicción que me tiene atada
a ese dialecto que aprendí de chica
se pronuncia arrastrando la monogamia de los míos

de qué me averguenzo entonces
si lo que me pesa desde la cuna todavía
para bien o para mal no es otra cosa
que la alianza con mi padre.




Revista Ñ, Clarín (B. Aires, Argentina)
Número 108, Oct. 2005