viernes, 26 de diciembre de 2008

Sobrevuelos infernoparadisíacos: Los Sea Harrier, Diego Maquieira








1.


DESPUÉS DE HABER DEJADO ATRÁS EL PORVENIR




Baroque Behavior

Creo que todo el firmamento de eclipses
se convertirá en un Greco en llamas
para nosotros. ¿No lo crees así, Ratz?
La centuria balbucea el fin de la lengua
ya pasó el tiempo para las epicúreos
y hedonistas, para esos vagos y ladrones
y debemos hacer que desaparezcan
Ratz, yo sé dónde están los Harrier, sabe
se lo diré cuando esté revolcándose en el mar
serán las últimas palabras que escuchará,
no le va a ser tan Bona Palona como antes.
Estoy buscando un rastro para dar como
un infierno con ellos y hacerlos bolsa.
Ratz, nosotros no deberíamos estar
haciéndonos esto unos a otros. Ya no
quedamos muchos muñecos culeados
en las radas de estos puertos. Y le advenimiento:
los demiurgos van a venir a consolarnos
van a venir con su infinita belleza.
Ya basta pedazo. Voy a decírselo así
de una vez y no quiero repetirlo.
El trilenio comienza y vamos a poner orden
vamos a acabar con los que siguen invisibles
pero los Harrier no lo ven de ese modo.
Tal vez ellos se crean mejores.
no puedo juzgarlos
pero no quiero que me explique nada
ni quiero que me diga nada sobre los Harrier
ni de nadie de mi Condado.

Págs. 11-12





Rapsodia a la posma milenarista


Después de la matanza post juicio final
Arriba de nuestros Harrier
De la recepción a las posma milenarista
Y del colapso de las religiones
Me había metido a nuestro ayuno en el mar
A nuestra larga iniciación con los Demiurgos
Que nos sacaban de la cueva del mono caído
Y nos llevaban en brazos hacia la luz.


Pág. 13





II En un cielo con dos mil años de vacío



Ya los Harrier fuera de pantalla
en un cielo con dos mil años de vació,
parados esperando la consagración de las utopías
con nuestros abrigos de astracán puestos
y nuestros gorros de Rembrandt
recibí la venidad a ver de un olvidado amor
La sor clona Cósima que me zampó su belleza
y que ahora venía a incendiarme mi Harrier
acusándome de besar a Judas Iscariote
abandonado a su muerte por el Mesías,
de hacer cundir el desaliento en la florería
y de pasarme al bautizo de Gaetano Stampa
La dejé ir imaginándomela como un polvo perdido
sobre mi asiento descapotado, aunque sabía
que el tocarla haría reventar la cabina
y que el amor podría significar la muerte
arruinando el sueño de la guerra infinita.
Pero como un inflado émulo de Garcilaso
apenas un momento antes de sucumbir
me sobrepuse y le recité conmovido a sus ojos:
Estoy continuo en lágrimas bañado
Rompiendo el aire siempre con suspiros;
Y más me duele nunca osar deciros
que he llegado por vos a tal estado
que viéndome donde estoy y lo que he andado
por el camino estrecho de seguiros,
si me quiero tornar para huiros.
Desmayo viendo atrás lo que he dejado;
si a subir pruebo en la difícil cumbre,
a cada paso espántame en la vía
ejemplos tristes de los que han caído.
Y sobre todo, fáltame la lumbre
de la esperanza, con que andar solía
por la oscura región de vuestro olvido.


Págs. 15-16





V El Purpurado de Charol



No parábamos nuestra alegría de bacanal,
nuestro delirante cortejo de matanzas
y desórdenes continuos
allá abajo en el hoyo del mundo
Veníamos saliendo del Les Assassins
del restaurant Les Assassins en Chile
muy curados, curados como frambuesas,
veníamos los Giorgio Armani,los Gianni Versace
y los también Gianfranco Feltrinelli,
ya de regreso a subirnos a los Harrier
parados afuera frente a La Merced
cuando nos topamos con la abadía falsaría
Demonios,
demonios, pero si es Georgie Boy otra vez
trayendo a sus fiambres devotos del Ayuntamiento.
No sé qué infinita mala raja
lo traería hasta nosotros
pero fue preciso verlo paseándose de noche
con su sotana que parecía el acantilado.



Pág. 21





Coitus gótico


En un Harrier de la flota invisible
en el 2029 sobre el desierto de Nazca
yéndonos en llamas de estos cielos
descontinuados como mandas
a merced del infinito infierno
reparábamos la nave alucinante
sujetándola en el aire
con un encordado de balcones
y volvíamos los mamas a subirla
al cielo obnubilado.
Mientras nuestras esposas
aullando en poses de suplicación
ante los falos de los resistentes
y heridos aún vivos que íbamos quedando
haciéndole tener un desagrado a la muerte.
Nueve años más tarde, cuando bajamos
por las escalerillas del Harrier
a esperar que se nos revelara algo
parecíamos resolana.


Pág. 24





La primera cruzada



Durante el ataque de represalia milenarista
la primera cruzada de terror
que nos caía del cielo era como un témpano,
nos polvéabamos a un enjambre de clonas,
de a varias adentro de los Harrier
orgíandonos en la cubierta de mármol;
porque nuestro portaviones Cittá Felice
era como la planta de una catedral
de mil yardas que recordaba la Vía Flaminia.
De veras los aguardábamos muy bebidos
dándonos baños calientes enfriados con nieve
y chupando de una tina de uvas rosadas.
Cuando ma mientras los cazas Phantom de Ratzi
nos lanzaban sus cabezas de combate aéreo
con sus espoletas de proximidad de impacto
más hoscas que un anillo de ocho diodos luz
y a tan delirantes distancias del mar
que ni veíamos de dónde venía la muerte.
Era una alegría vernos las caras choqueadas
la cubierta era un coliseo de sangre
y sólo contábamos los vivos, los Balthus
y los que aún gozaban en el fasto de la belleza.
Porque nunca pasó por el mar una muerte
que se celebrara como la de Gaetano Stampa:
nuestro santo en responso al misil daño
que le atravesó le pecho mientras besaba
a su clona Pácula en medio del portaviones,
regocijado se metió la mano aún vivo
y les zampó a saco de vuelta el corazón.
Nunca hubo tan grande desdén en una matanza
ni a los aliados hunos se les sopló por radar
que les íbamos a subir el mar a los Phantom
hasta ahogarlos en el firmamento,
porque el mar empezó a subir hasta el cielo
donde las alas no les servían ni de remos.



Págs. 29-30






2.


LA BELLEZA QUE DESCONOCÍAN LAS LENGUAS





Habíamos dado más de mil órbitas



Habíamos dado más de mil órbitas
sobre el mar sin haber jamás arribado
a ningún cabrón puerto
Coritani nos traía por mar perdidos
algún tiempo
para después dormirse
y dejarnos otra vez perdidos.
No quedaba un solo Harrier a bordo
y las cargas de armamentos y alcohol
arrojadas al mar por unas rocas
que eran como olas varadas
Ma Coritani hacía detener el viento
para salir a guerrear a cubierta
pero amodorrados por el rocío y el sueño
veía nubes que se hundían en el mar.
Entonces alucinó hundir el portaviones
hasta la mitad, hasta dejar flotando
sólo las gigantescas velas en cubierta
para que parecieran unas dunas de mármol
levantando una capilla.
Mientras el arsenal de agua debajo del casco
y el mar rodeando por todos lados a la vez
hacía estremecer de gozo
a los rapsodas druidas
porque Patresca Ossavinci de una belleza
que mandaba a irse de lado al cielo
iba levantando el mármol y lo socavaba
con su cuerpo hurgándole un hombre
la ternura despiadad de un hombre
y con sus ojos hurgándole un faro.



Págs. 35-36





Ars vitae



Teníamos fuerte afición al vino
le rendíamos culto a los racimos de uva
y éramos arrogantes, crédulos
pendencieros.
Preferíamos la muerte
a perder la libertad
y llévabamos la alegría del amor
hasta las puertas del infierno
hasta desafiar a la misma muerte
desnudándonos en pleno combate
o agrandándonos las heridas recibidas.
Y si veíamos en peligro la vida
de nuestras mujeres y la nuestra
nos dábamos muerte por gusto continuo.
Y éramos tan arrebatados en la guerra
que jamás actuábamos de acuerdo a un plan.
No conocíamos ni la humildad
ni la caridad, ni la abnegación
ni la dulzura.
Éramos serios y semifabulosos
y adorábamos a nuestras esposas
que adoraban el falo y el oro.



Pág. 37





Dejamos caer el mar


Volábamos con el mar arriba de los Harrier
volábamos a devolvérselo al desierto
después de dos milenios de sed
y de alucinaciones de pesadilla:
Demonio tentando Jesús con infierno
Jesús tentando Demonio con paraíso.
Ma sacábamos el mar atado como un estruendo
y lo subimos en hamacas a los Harrier
Veníamos muy cargados haciendo mandas.
Joder
íbamos con Fitzcarraldo amarrado a los flaperones
con Debernardis de capellán de la flotilla
y con Lupo chupando atrás en los asientos
a cargo del primer amanecer en el cielo
íbamos como moiseses congojosos
infinitamente descobijados de dulzura.
Así de pesados íbamos subiendo el agua
hasta que soltamos el mar sobre el desierto
y les nublamos la bola a los aladinos
milenaristas que querían otra vez
abrimos el mar y secarnos adentro.



Pág. 41





Gazza Ladra


Empujados por el amor
aunque el amor nos estaba vedado
desnudábamos a las esposas de Coritani
y las sacábamos a pasear en brazos
para bañarlas con la sal de nuestras bocas
para hacerlas felices.
Así íbamos y de íbamos como cortejo de vasijas
y por un tiempo no le dábamos un coito.
Sólo les leíamos a Fourier y a Richelieu
cuando querían
y les hicimos construir una tina con balcones
para que apoyaran sus pechos en las barandas.
Mientras pasábamos delante de una belleza
que ninguna madurez podía compensar
Ma por un bostezo de excedente de guerra
botamos los Harrier y los Rembrandt al mar
y convertimos la cubierta del portaviones
en la plaza de las delicias.
Había vino había uva había pescado
Vivíamos en la holgazanería más desprejuiciada
espíritus magníficos
que sólo existíamos
para la fragua de las almas.



Pág. 47





Rapto de la catedral del Cuzco


I


Veníamos en nuestros Harrier desblindados
en descenso vertical continuo
volando parados de frente
desde donde las cavernas del firmamento
absorbían corrientes curvas
de otras mentes más desapercibidas.
Veníamos a llevarnos la catedral del Cuzco
a alta mar la mansión de Dios subida arriba
de nuestro portaviones El Caravaggio.
Cuarenta anclas con cadenas de espesor
comenzaron a arrastrar la catedral
mientras levantábamos con los Harrier
por ocho costados desde los cimientos
para que pesara como un Lipchitz.
Y mientras la sacábamos del Cuzco a remolque
íbamos dejando un cráter de ancho rastro
que cabía una doble fila de ríos jordanes
hasta que metimos la catedral al mar
rodeada de boyas
y ayudados por esclusas contra mareas
la subimos a cubierta para zarpar.
Y por durante la mañana de anoche
con la catedral ya arriba de El Caravaggio
y con el mar soltando las amarras
entramos los Harrier a la nave central
y los hacíamos volar por dentro
y pasearse en el aire y como muy educados
haciéndoles visitas a los santos.




II


Ya allá desplazándonos de mar a mar
después de haber volado al filo del infinito
y desde sobre el espacio exterior
donde quedaba el cielo invisible
y de mil meses de andar solados
surcando el cautiverio de los astros
y aunque no sabíamos los que hacíamos
de nuevo dimos a fraguar la eucaristía
de subir a nuestros desasosegantes Harrier
con sensores de guía afinada y refuerzos
y llevar al fin la catedral a la desconocida
volando a muy altas descargas de iridio
y ahí sujetándola en medio de las estrellas
ver salir a Dios de sus confines
mientras metidos en la quilla de El Caravaggio
vivíamos el amor con agravantes
y hacíamos olas que se levantaban
del mar como espaldas de hombres salvajes
sacudiéndoles la vida.


Págs. 50-51




Deseclipse del firmamento

A Patricia Ossa




Estábamos arribando al final del mar, Luchino
que no quedaba en los aferrados puertos.
Habíamos hundido nuestra ancha flota
nosotros mismos y en una relumbrante
emboscada a gran escala de este tiempo
y perdidos unos mil Harrier en el cielo
extenuados por los combates de noche
que libramos hacia la captura de Dios
en un desusado rasgarles el cielo
a los moluscos de la religión de estado
que no cejarían hasta cerrarnos el mundo
porque perdidos no seguíamos a nadie.
Y mamándonos la dura belleza de la guerra
sólo quedábamos un puñado de Rembrandts
sólo quedábamos un puñado de espíritus
mudos sobre la carcaza del Cittá Felice
nuestro último portaviones a vela
meciéndose destrozado sobre las mareas
y a la deriva de un mar delirando
que crecía como el diluvio.
Era como el mar naufragando al fondo
del mar después de haberse ido a pique.
Y habiendo quedado más desnudos que la luz
sin armas alucinantes de qué agarrarnos
sin sacos de alcohol en qué meternos
y sin la mente de Coritani ya muerto
empezamos a sacar las tablas sagradas
y a subirlas a cubierta tabla por tabla
tabla por tabla para hacer la balsa
que prendería la mecha del sueño nuestro.
Y mientras el mar subía porque subía
y el portaviones iba hundiéndose debajo
nosotros aún vivos adentro de la balsa
aún no venerables sino venideros
subíamos a acabar los eclipses del firmamento
subíamos como una cerilla que desataba la luz
y encendía un faro entre las estrellas.


Págs. 52-53





Los Sea Harrier
Maquieira, Diego (Chile, 1951)
Editorial Universitaria, Stgo, 1994.
53 Páginas

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