jueves, 26 de marzo de 2009

5 de Cantares: Antología de Nuevas voces de la poesía chilena






Javier Bello
(1972)



XI

Noticias del dolor, anuncios enterrados, una heredad sin luz, más
luz que aquellos cuerpos que vuelan encendidos de
esperma y de ceniza.

Así es el corazón, así su llama fría, una espiga muerta que el odio
reconoce, que las aves de hielo desangran de su ira.

Noticias del dolor, las bestias duermen, duermen bajo el latido
de la nieve, duermen bajo los montes congelados.

Ha nacido la guerra y la voz que podía devorarnos, el cáliz de la
sangre, paloma condenada, tiene alas y noche, largas vejigas
tiene regidas por el árbol del aceite.

En mi pecho el verano mintió como las barcas, en mi pecho el
deseo bramando se deshizo, la hierba prometida nos dijo
el peso helado de un duro corazón.

no hay voz que dé al amor tanta ceniza, no hay voz que desde
un púlpito señalados nos vea como gárgolas.

Así nos castigó la vejez, un labio que cae en los rosales.
Ésa es el ala que nos dijo la muerte, ésa la edad de los pastores
que se apaga en tus manos, que se apaga en tus manos la
noche en la cal de los pilares, si el amor o la muerte se
tiñeran de cantos, se abrieran de palomas para saludar la
mano de la nieve.

No mentirán mis ojos al mirarte, llevo un paisaje helado de
estatuas que me hablan.

No diré la palabra, decir es dar la muerte.

Vengo despierto del amor, vengo dormido del amor, como los
muchachos que labran tu pecho de libélulas, pero no fueron
colmados pues la sangre fue arena.


En vano besarían racimos sobre un vientre, en vano se oiría el
relámpago gotear el jugo de cada criatura y ver las flechas o
dardos, pequeñas sangres vivas.

Entonces el labio de tu cuerpo fue reconocido igual que fuente,
eras una palabra cruzada por el valle.

Pero el amor, soledad y relámpagos y labios, huyó junto a los
pájaros más altos

No habrá semilla peor que ésta que ves, la tristeza irguió en mí
sus soledades, y el cuerpo, como el oro, fue sangre en la
codicia.


Esta es la forma en que el aliento de las aves se derrama.

Ha de temblar, hoy no quedan más labios.

sólo bestias de esperma como largos aullidos se levantan y
fríamente crujen, fríamente hierven y crepitan.

(de La rosa del mundo)

Págs. 74-76



XI

Quiero palabras grandes como caballos grandes, palabras
pesadas, candados en los bolsillos de enfrente, palabras
enormes, el cielo después del relámpago, palabras, polvo
para cubrir las huellas.

Quiero palabras grandes como cenizas grandes. No seré tan alto
para pronunciarlas, no seré tan sabio para decirlas despacio,
no seré tan valiente para ofrecer a la noche esas huesas, las
dejaré beber junto a los animales que viven en mis manos,
animales arteros que vigilan mi frente.

Quiero palabras calladas, susurros, palabras descalzas para tejer
y salir de casa, pero que sean grandes para cubrir el vacío
que queda en las heridas del sueño.

Quiero palabras grandes, enormes caballos que beban de mis
manos.

Y en mis manos haya óxido y muerte.

(de El fulgor del vacío)

Pág. 77




Jaula del padre

De todos los que comen de esta mesa
el único que vive de su fuego es el padre.
Yo no sé de dónde vienen estas piedras
ni tampoco conozco a quien las trajo,
pero aquí las comemos, pero aquí las mascamos.
Salvaje padre sorprendido en tu error,
enemigo caliente de mirada amarilla,
me refiero a tu casa quemada por los bárbaros,
me refiero a tu lecho marcado por un nudo
me refiero a tu alma que sale a predicar a la calle
el domingo volcánico de los evangelios,
palabra medio rota que envenena el suburbio
coronado por la lengua de un ángel,
coronado por la lengua que has de obedecer,
el decimal que te dará la muerte.
Padre en silencio, eliges el peso de tu voz,
el exacto calibre que arma tu vergüenza,
el bastón de la rabia, el cristal de la sed
cuando el cáncer congela tu garganta
y te deja alucinar en su hueco.
Padre furioso contra un sol de neón
padre furioso contra un grito de fuego,
encerrado con la luz que no entiendes,
encerrado en la jaula del mal,
perseguido por tus bestias de piedra
ofendes la raíz de los árboles.
La hormigas se comen un perro,
el perro que come la cara de un hombre,
el hombre el excremento de un buey.
Bajo las mantas están tus hermanos
agazapados en la lágrima de su propio calor.
Este fuego es su fuego, y es mi fuego también,
este fuego es su hambre con las alas de mosca.
Un hombre se come la la cara de un hombre.
Yo, mi padre, el padre de mi padre.

(de Las jaulas)

Págs. 86-87









Alejandro Zambra
(1975)





Mudanza
(Fragmentos)

(1)

Me dijeron que avisara treinta días
antes me dijeron que avisara treinta
veces al menos me dijeron al
menos avisara treinta veces y que
en días como estos no se debe
-no se puede- trabajar. Que me fuera,
que dos cuadras más abajo preguntara
si quedaba sopa para uno si quedaba media
botella para uno me dijeron que a medias
quedaba una botella
y tenían razón:
si te gusta te gusta
si no te gusta no te gusta no más
me dijeron que tenían razón y tenían razón:
ella es débil y blanca tú eres
pobremente oscuro y eso es todo cuanto hay
no en el fondo sino encima de la cama
cuando besas y te besa.

(...)

Pág. 182


(2)

Ella viaja largas horas y no llega a su destino,
hay carteles con su nombre, hay personas
que esperaban un encargo y ella viaja largas
horas y no llega y eso es todo: fue la mano,
no era yo quien saludaba, fue la sombra
no era yo quien se escondía en los andenes
interiores y pedía urgentemente que bajaran
el volumen: ella viaja largas horas, hay
carteles con su nombre, le bajaron el
volumen al zumbido, muchas veces los
aviones o los buses se detienen por un
rato y acumulan combustible mientras
cenan o comentan los efectos especiales
y las manos enfundadas se acaloran.
Le bajaron el sonido a los motores
pero vienen en seguida según dicen
y comentan quienes miran los recuadros
de la prensa o revuelven con los ojos
la cerveza. Ella viaja largas horas
y no llega. Ella duerme mientras pasan
la frontera, nunca supo que trajeron
desayuno que ahora mismo cruzarán
la turbulencia, no era yo quien
saludaba atentamente quien pedía
que llenaran el estanque hasta el rebalse
porque en días como estos no se puede
-no se debe- hacer promesas en el aire
no conviene revisar la borra espesa
del café ni grabar las iniciales
en un libro que más tarde se
desfonda en la memoria; o en pizarras
con plumones que exasperan las
señales que se borran según dicen que
no vino, que ella duerme todavía sin saber
que cruzarán la turbulencia, ella viaja
tan tranquila sin llegar a su destino,
hay personas que esperaban con
carteles, con pizarras, no era yo
quien saludaba atentamente con
las cejas hacia el fondo ennegrecido
de personas que comentan las escenas
principales mientras llegan los encargos
las maletas, los plumones, los zumbidos,
los carteles, el destino y las cervezas.

(de Mudanza)

Págs. 185-186






Alejandra González
(1976)



Huella


Comienza a lastimarme
por favor
hazme cortes exactos con tu gillete

Yo
No
Quiero

una vida sin cicatrices


Pág. 196



Vacío de piernas


Al final
una termina
masturbándose
con un pedazo de espejo

se rompe
se sangra

Pág. 197




Mi pequeño amor muerto:
No vuelvas
A reencarnarte en otros cuerpos


(de La enfermedad del dolor)

Pág. 198






Rosario Concha
(1978)



abandonarse

dejé de ir a los templos
cuando vi que todo en mí era sagrado
los ojos amarillos
desprendidos de la carne

dios prendido de la carne

Pág. 215



para carlos

yo te elegí
a ti
entre todos los hombres
para que cargases con mi sangre
llorar juntos la pereza de dios
nombrar para morir
dolernos destruir todo

Pág. 216




en el vencido reposo

vine aquí a escribir
para que los vencidos fueran otros
por ese instante de belleza en la tráquea
dar de comer a la bestia del seso
que no deja más que algún estallido
pero nunca colma el hueco
no hay coraje que valga en esta hoguera
y decían que la luz era nombrar todas las cosas

(de Frente al fuego)

Pág. 219







Gladys González
(1981)



**
el lado salvaje del amor,
muchacho,
me lo llevo
en este último viaje
junto a un toque de morfina
y con la sensación
de ser una eterna cicatriz
que vaga por la ciudad

**

Esta primavera
He comenzado a hacer mi cama
Todas las mañanas
Después de levantarme

Busco domesticarme con pequeños rituales
lavar los platos
pagar cuentas
hacer el desayuno
almuerzo
once
y cena

Busco la manera perfecta
de arreglar mi cabello
y de hacer aeróbicos
en el gimnasio

todo

para verte desde lejos
y engañarme
con que mi vida
ya no se escribe
hacia abajo
que ya no es
un verso largo
y menos un poema

**
Me dice que escribía en boletas
y papelitos de cigarros
mientras ella
se iba al baño
a mirarlo por la ventana

Me dice que ella es su muerte
y que no quiere morir todavía
porque la muerte
es mujer fatal

Me dice que ella es su crisantemo
y le recita haikus
en el cerro San Cristóbal
mientras los animales
se vuelven histéricos con la lluvia

Él recoge las mejores cartas
y las guarda en su libro de budismo
recitando mal a Girondo

mientras ella
se aleja
con sus senos de magnolia
volando
sobre la ciudad

(de Gran Avenida)





Cantares: Nuevas voces de la poesía chilena
Selección de Raúl Zurita
Ed. Lom, Stgo, 2004
322 Págs.

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