sábado, 1 de agosto de 2009

La Cartonerita- Washington Cucurto











La cartonerita

"Guárdate de los señalados de Dios..."

Roberto Arlt


De una cartonerita
yo me enamoré
la seguí cerquita
sin saber por qué
por Coronel Díaz
rumbo a Santa Fe.
¡Si era más linda
que un no sé qué!
Por Coronel Díaz
yendo a Santa Fe
juntando cartones,
papeles, pedazos
de viejos diarios,
botellitas, plásticos,
iba solita
toda pintadita
como una muñequita
entre las basuritas
iba silbando alegre
un tema de esos
la princesita-cartonerita.

Mas a las poquitas cuadras
me desilusioné:
la seguí diez cuadras
tratando de saber
su nombre de pila
o su roscifler
por Coronel Díaz
siguiendo sin querer
a una cartonerita
que no quiere saber
si soy alto, si soy rubio
o tengo algo algo que ver
con aquel estúpido
que la hizo entristecer.
¡Yo nada que ver!
¡Yo nada que ver!
¡Cartonerita yo te amo!
le grité en una esquina
¿sería la Santa Fe?
ni giró el hombro
siquiera para ver,
si soy alto, si soy rubio,
o si tengo algo que ver
con aquel imbécil
que la hizo entristecer.

A las siete en punto
yo me enamoré
y a las siete y cinco
me desilusioné.

De una cartonerita
sin saber por qué
yo me enamoré.


Págs. 5-7




Deslizador

Por las tards las niñas
suben a la explanada,
se arrojan desde lo alto del
deslizador y caen sus nalgas
sobre la arena húmeda,
corren hacia la explanada,
se arrojan desde lo alto del
deslizador y caen sus nalgas
sobre la arena húmeda,
corren hacia la explanada
se arrojan desde lo alto.

Pág. 9



Estaba yo leyendo a Enrique Lihn

Como ayer no viniste a mi cita
pensé que se te había retrasado el bondi,
como iba a pensar que ya no me querías.
Para no tirarme a mí mismo mala onda
me senté a leer a Enrique Lihn.
Te esperaba contento, muy feliz,
las tickis desfilaban para mí.
Y yo les decía: "No tickis queriditas
hoy abandono el tickimundo". Y las tickis, ¡pobres!,
se fueron desfilando en triste fila funeraria.
Después me arrepentí, ¡qué pelotudo!
Corrí a seguirlas para pedirles disculpas.
Pero ya se iban hacia otros mundos...
Ayer te esperé leyendo a Enrique Lihn
ese yeta, ese aguafiestas.
La tarde de Corrientes estaba hermosa
las librerías llenas de ofertas, los bares
llenos de chicas lindas, los puestos de diarios
con miles de revistas. Pero tus pasos no sentí
en el día, ni tus ojos buscaban a los míos.
Estaba leyendo a Enrique Lihn de lo mas tranqui,
esperándote, pero vos no llegabas.
Pensé: "Será el paro de bondis, el cacerolazo".
Qué iba a pensar que ya no me querías.

Pág. 12




Por una sonrisa transparente


Qué daría por una sonrisa transparente,
de esas ebullescentes, una ticki carcajada
sin dientes o con mil caries diferentes
Así es el mundo en que vivimos careciente
de sonrisas, de caballares margaritas...
Anoche soñé que me moría
y en el sueño del cielo de mi muerte
había una gran sonrisa dibujada por mi hija.

¡No puede ser, no tengo hija!

No me importa, era sin dudas, una sonrisa hermosa

tickesca, entre nubes, árboles y llaves,

se evaporaba en el cielo como un pucho

y en medio de la evaporación de la sonrisa

me iba yo muriendo un cacho mucho

y terminé tildando al despertar del todo.

Mas la sonrisa sigue, eternamente,

en el tickescocielo de mi sueño.





Pág. 18




Qué sería de mí sin tantas tickis

Qué sería de mí sin tantas tickis, sin
tantas negras de nombre estrafalario
para ponerle color a días pálidos
y darle claridad a negras albas.
De no haber inventado miles tickis
no sé que sería de mí en estos días,
y por eso son tantas aunque no existan.
Sombras, cáscaras, membranas,
la letra es extravagante por sí misma,
de nada vale mandale más rarezas.
Así voy por el presente de la vida
clareando un poco con mis negras,
riendo un poco con mis tickis;
y ellas me devuelven la alegría
y de igual modo yo se las devuelvo a ellas.


Pág. 19




Toalla


Mientras las leves nubes
de la lluvia,
depositan breves gotas
temblorosas,
estás secándote en el baño
y no escuchás el ruido
que hace el agua,
cuando la piel peluda
de la toalla, roza,
la piel mojada de tu cara.

Pág. 21



Una mañana con ladrones


Un par de días después del suceso de la bala
pasó un ladrón por casa haciendo muuu.
Yo estaba en la biblioteca municipal
leyendo a Manuel del Cabral
-¡Cómo me gusta Manuel del Cabral!,
sus locas historias protagonizadas por Toño,
Des-dén, sus poemas al ano me parecen
bestiales, y un poco extraños; bueno...
Pasaba el que les dije con una mano enflorecida
y en la otra, enguantada, llevaba un arma,
¡una pistola de esas que dan la hora!
La diabólica pistola también hacía muuu.
Ahora que lo pienso yo pensaba que te amaba
en este momento crucial de ser apuntado con
un caño, me acordé que te amo, te amo!,
pensaba que si sigo así te idolatro
algo muy parecido le debió pasar al firmamento,
porque todo el cielo se oscureció...
Pasan las chicas por la calle Honduras
van y vienen del súper de la otra cuadra:
ellas practican menesteres de extraña procedencia.
Van y vienen las vecinas blancas y membrudas
¡Y andan desnudas!, con arcos y flechas
echan más barullo que mil indios...
¡Voy perdiendo el juicio
de esta lindita mañanita juevesana!
Increíbles el desfile de bellezas, de linotipias,
de pernoctantes, ¡atigradas vampiresas!
por la comunal vereda hondureña.
Se evaporan por el aire o buscan productos raros,
en las altas góndolas de las latas.
Las letras del libro que estoy leyendo
me hace un torniquete en los brazos.
¿Me habrá ya disparado el delincuente?
Algo pasa en esta puta biblioteca
mi juventud saltó de mi cuerpo como un gato,
alguien libera a las flores del patio,
algo, son mil abejas asesinas,
las fichas de los lectores vuelan,
como cuchillos pinchantes con urgencia

Págs. 22-23




La Cartonerita
Washington Cucurto

Ediciones VOX, Buenos Aires, 2003
23 Páginas




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