domingo, 31 de mayo de 2009

Coral Bracho








TIERRA VIVA


Tierra viva,
tierra de entraña ardiente,
encendido panal bajo los sepias
de un manto espeso.
Materia de ebriedad y de dulzura
que a sí misma se engendra,
que en sí misma se vierte.
Tierra que funde
y que concentra, en su cieno solar,
las ternuras huidizas que amasa el tiempo. Tierra
de floración. Tierra torneada en que cifra el goce
sus huellas íntimas, cera en que abisma y palpa
su memoria:
cuenco; lugar oculto
donde el amor
es un fruto que pesa
y que madura. Es el huerto ceñido
que se extiende hacia adentro:
selvas de nervaduras
en sus hojas;
redes de bronce contra el mar.
Destellos finos
que alarga el sueño sobre sus lascas azuladas. Sal,
huellas de sal sobre esta tierra. Rastros
de plenitud; y el tejido del otoño al trasluz
de sus frutos.


Págs. 8-9





ESPACIOS



Hay espacios que observan en la tierra,
ecos que miran; lapsos que la ahondan
y sostienen.
Hay espacios que abrazan su densidad. La alzan en vilo,
la despejan,
la llevan sobre sí como una ofrenda
delicada y concisa.


Pág. 12




HEBRAS DE SAL


Viento y piedra
se funden, agua y viento
en un reino fluido
y subterráneo. Sus corrientes se cierran
en estanques profundos. Ecos que en ellos giran
y se reflejan. Voces
que se concentran. Sobre el lecho de un tiempo dúctil
y primigenio
vuelcan un mineral de soles líquidos.
Dejan hebras
de sal.


Pág. 21




PUERTA EN LA SELVA


Hay umbrales en la selva que dan al mar,
a parajes sin confines, a estanques vítreos.
Son espejimos:
son las puertas
de hondas estancias entrañables; estelas,
piedras

que aprisionan e imantan
la claridad.


Pág. 23





MÁRMOL NEGRO GOTEANDO SOBRE LA LUZ


El mármol negro
de la noche
gotea en la luz.
Sus efusiones de obsidiana, sus sabias,
danzan,
ascienden, se precipitan sobre el quieto caudal.
Ahí se encienden,
desaparecen.


Pág. 26




REFLEJO


Es el viento de la muerte,
la extensión, la roca oscura de la muerte.
El becerro se inclina y se ve descender.
Mira su espectro iluminado:

Es un agua de asombro su perfil espejeante,
es un reino encendido. Nace
de la noche. Nace del vientre de la sombra.

Viento y corrientes
se confunden; eco y fulgor. Entre la vida
y la muerte
está el reflejo.
Una en otra convergen,
se contienen:

Encandilado, atento, penetrado de luz,
siente el punzón de las tinieblas,
el gozo inquieto
y embriagado; la herida lenta
de ser.


Pág. 31




TIEMPO AL TRASLUZ


Viento
que desgarra
las hojas, que abre la red
de los tejidos, que separa
y conjuga con avidez. Vértigo vivo. Rasga
la intrincada madeja de la selva.
Monos, vainas, entrañas, nervaduras. El movimiento
se detiene.

Es un corte. Es la piel del origen: su espesor.
El tiempo,
quieto, se al trasluz.


Pág. 32





JALAN, EN SILENCIO, LAS CUEVAS, LAS ENSORTIJAN


Se abren,
se estiran, se alzan
en llamas. Ven
su ansiedad maleable
desde los huecos; desde las breves madrigueras.
Hurgan y escapan. Se esconden siempre
de sí: el conejo, el hurón, el costillar.
Hay salidas, hay respiros fugaces entre los orbes encrespados.

Espacios rientes, hirsutos. Los remolinos
y el antifaz.
Jalan, en silencio, las cuevas,
las ensortijan. Lluvias,

puntales. Tajos precisos. Filos.
Inexpugnable y límpida
hilaridad.
Las tachaduras los regocijan. Reflejos
blancos;
destellos.


Pág. 38




GRUTA LUMINOSA CON AVE


Un ave oscura vigila
la gruta blanca del olvido:
Cristal de roca, silencio,
agua,
cordajes de ébano.


Pág. 43





HONDOS PALACIOS



"Y no me puedo detener
por andar y ver muchas islas."
C.C.


Y cuando llegué al abismal
fondo del lago
vi que habían otros lagos,
otros fondos,
y no me era posible mirarlos todos,
tantas eran sus luces y sus prados, tantos
sus muy diversos cantos
de sus fuentes y pájaros.

- Hay jardines ahí sutilísimos,
y profundos palacios que despliegan su luz.

sus muros son de alabastro. Sus pisos de ópalo.

están escarbados en montañas espesas
que alumbran todo, como soles.

Guían hacia ellos senderos que hablan a quien los sigue,
y sus voces son dulces y melodiosas.

Entre las piedras las flores crecen sin raíz.
- Son todas ellas piedras preciosas y finísimas.

Los árboles son estrechos y muy delicados, como filigranas.
Son abundantes y cristalinos, crecen muy poco, pero florecen
y constantemente cintilan.

Son parajes de sueño o de encantamiento
porque en ellos no parece haber tierra,
tan delicada es y refulgente.

El aire lo cubre todo y es como el agua,
aunque muy ligero. Su aroma es embriagador.
Es radiante y refresca y toma aquello
que quiere llevar de un lugar a otro
con deslumbrante delicadeza. Parece siempre
estar cantando. Su armonía es silenciosa
pero en todo penetra. Todo parece elevarse con ese modo de canto
y de resplandor.



Págs. 48-49




NIÑO MIRANDO EL TIEMPO



Todo espacio es esplendor, es amplitud
para la luz que lo contempla. Sílice,
umbral, reflejo suave y envolvente, el tiempo:

Lascas soleadas, ensombrecidas
por gozosas texturas. Planos de líquida
quietud.
Estancias hondas, refulgentes, que acogen
con una alegre fugacidad. Refugio
cálido

y envolvente, el tiempo
se abre y se extiende, encendido, jovial,

ante los ojos deslumbrantes del niño.


Pág. 55




SELVA A LA DISTANCIA



La distancia
le da a la selva
un lugar. La confronta con el cielo,
la aísla, rompe y alumbra
su malla espesa, su verde múltiple,
inextricable,
su profusa ebriedad. En su entraña,

como en aguas oscuras
y abisales, no hay arriba y abajo,

sólo un cuerpo colmado
y apremiante, una noche febril; la llama turbia,
enardecida, del tigre

que sobre sí mismo
se vuelve
para atacar.


Pág. 58




LOS MISTERIOS DEL TACTO



En el silencio
urden el tiempo. Ciñen las hebras cotidianas,
su apretado ritual.
Beben la luz
de lo entrañable. Los tejidos encarnan
los misterios del tacto,
cifran,
y envuelven,
su intimidad.


Pág. 63




LA DELICADA FLOR DEL AGUA



Sobre la luz profunda
se eleva el humo
como un arbusto cristalino. Fluye en el alba
el metal ardiente:
son arroyos etéreos,
son los musgos que inflaman
y bordean sus recodos. Su dintel
mineral.
Son las planicies lánguidas, los juncales
que adormece
y apacigua el vapor. Es un impulso que crece

y articula su danza.

Como una mirada cálida
y entrañable,
como un recuerdo que cifra
su resplandor, se abre la delicada
flor del agua.


Pág. 68




BÓVEDA Y CRUZ



Contrasta
la delicada y escueta perfección de las bóvedas
y el intrincado dolor que queda,
implacable
y confuso, en los leños oscuros
de la cruz.


Pág. 71





SENDAS, RESPIROS, LINDES



Luz,
respiros,
sendas furtivas entre las aguas, en la lenta tensión
de la materia,
en su trama vital. Esteros, lindes

en que anida
y arraiga.



Pág. 72




ATRÁS DEL AGUA


Atrás del agua
hay aposentos, estancias,
jardines de áureos perfiles
y esplendor insondable.
Bajan
y se despliegan en delgados tamices,
en velámenes densos, en claridad.
Atrás del agua se tiende el tiempo

de entonces,
ya humedecido
ya derramado entre las mínimas grietas, entre los íntimos
escollos. Allí
puede tocarse la luz. Puede tenerse entre las manos, latiendo,
vibrante y límpida, como pez. Brota
entre los lienzos, se esconde:
con sus destellos aguzados recorre, borda y deshila
un oscuro tapiz. Se hunde en la noche
palpitante.

Son filamentos del espacio
sus rastros de oro. Son vellones de tiempo que se deslizan
para narrar la historia, una vez,
y otra, y otra, siempre distinta. Son tejidos fugaces
como un soplo. Como un fulgor.
Atrás del agua,

sin ruido,
se desdobla la trama:
líneas aisladas, sensacione,
ámbitos, cavilar
entre las huellas. Hebras, resacas, sendas
que se confunden; portales tibios y bulliciosos.
Viento

Vidas que se cifran, de pronto, en un gesto detenido,
en un impulso, un umbral; frágil,
como una flor, es la materia en que convergen.
Diente de león.
Frágil y suave como un pétalo.
Una gota las funde; las dispersa:

ternura, gozo, hacinado dolor.


Como un roce en el agua, entre el silencio,
se abre el almendro. Cada
primavera
su festiva irrupción, su honda frescura
inusitada.

Los mismos brillos, los mismos trazos
vuelven y acechan bajo el cristal. Los mismos cauces
que lo estremecen. Voces
que recorren los patios, que despiertan en risas,
en dinteles. Recuerdos ávidos y embriagantes,
anegados de luz. Son espacio

sus reflejos. Son venero sus sombras.
voces y sol entre los huertos
de una eterna y colmada
ciudad cambiante. Una ciudad profunda
y cristalina.

Son espejos: su centro
y su fluir continuo; su derramado transcurrir.

Son senderos sus ecos, su incantación.

Entre la vida y la muerte,
entre sus filos,
gotea el silencio. Suben

los peldaños al agua, cruzan, se encienden
por los delgados
laberintos. Son la ficción de una secuencia,
el sentir de un trayecto. Unos en otros
mira,
se reflejan; son la misma sustancia,
el mismo instante en su acaecer ancestral; la misma imagen,
creciente, fresca,
detrás del agua.


Págs 78-83





UN MOMENTO DE LA LUZ EN LA RED DE LAS COSAS

Hacia adentro se ve el mar de cristal.
Su cuarzo líquido.
Es un momento
de la luz
en la red de las cosas. Un instante
que incide
en la inmensidad. Cruza el tigre
el estanque
bajo el tamiz de la mañana,
mojan su piel el agua y el resplandor.
Hacia adentro se ve su espectro entre la maleza,
su honda espesura

sigilosa,
su rastro breve, crepuscular.

Pág. 88






- Sal,
huellas de sal sobre esta tierra; rastros
de plenitud.
Y el tejido del otoño al trasluz
de sus frutos.



Pág. 91




Coral Bracho
de Tierra de entraña ardiente
96 Páginas
Ilustraciones de Irma Palacios
Galería López Quiroga, DF, 1992

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